viernes, 25 de julio de 2014

Thanjavur: la relatividad del silencio


La casa en que vivíamos cuando nací tenía la línea del tren enfrente. Cuando digo enfrente, es literalmente enfrente, o sea, que de la puerta de mi casa al tren tendría que dar unos 10 pasos para subirme (bueno, quizás yo como 80 que era niña, pero un adulto de estatura media 10 pasos). De hecho, cientos de mañanas, despedí a mi papá, yo desde la puerta de casa y él desde el tren, cuando se iba a trabajar a aquel, para entonces, lejano San José, la capital de Costa Rica.

La primera tarde que pasé en mi casa cuando nací y pasó el tren pitando y creando un estruendo pavoroso en aquel pequeño apartamento, mi mamá salió corriendo a buscarme a mi cuna, pues asumía que yo estaría gritando por aquel tremendo susto.  Pero mi mamá llegó a la habitación y yo seguía durmiendo como si nada estuviera pasando, el escándalo del tren no logró interrumpir mi sueño a pesar de llevar pocas horas de conocer este mundo exterior. Estaba acostumbrada, llevaba 9 meses escuchando el mismo tren, quizás hasta llevaba el control del horario. Con ese sonido y estridencia me acompañaba una burbuja calientita que era mi mamá y al lado mi papá, o sea que alterarme no me alteraba.

La primera noche en Thanjavur dormí profundamente, llevaba una buena acumulación de días de no dormir bien. Desde que me bajé del autobús en esta ciudad, el ruido de India no me dejó en paz. Llegamos de noche, luego de pasar el día en Chidambaram.  Encontrar hotel fue una odisea de varias horas y caminata en medio de cientos de coches, vacas y gente.  Thanjavur es una ciudad muy activa, llena de personas, y por supuesto llena de ruido y desorden.  La búsqueda nos llevó a un hotel por donde pasó el tren frente a la habitación cada hora toda la noche.  Yo de esto ni me enteré.  A la mañana siguiente las ojeras de Seba revelaban su mala noche, yo en cambio estaba fresca. Quizás el estruendo del tren me transportó en sueños al tiempo en que nada importaba,  cuando dormía abrazada a mis papás y aun no asomaba mis ojos a este mundo.

La mañana la pasamos en el Brihadishwara Temple o más conocido como el Big Temple. Es un templo que forma parte del Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO, construido entre el año 1003 y el 1010 por Rajaraja, que significa 'rey de reyes'.   Como dato curioso, esta monarquía estaba tan organizada que tenía los nombres y direcciones de todos sus artistas, bailarines, poetas, músicos inscritas en la pared del templo.  Este es el lugar por el que merece pasar por esta ciudad, que la verdad a mí me tenía de muy mal humor.  Quizás cuando se pasan muchos días en India se empiezan a acumular el ruido, el desorden y el caos en la cabeza, con Thanjavur se me estaba colmando la paciencia y la tolerancia.

Pero llegar al Big Temple cambió todo.  La calma reapareció.  A pesar de ser un templo muy visitado, no es como los demás templos que había visto.  En este hay mucho espacio entre cada sección, la gente se dispersa, no está toda acumulada y desesperada por entrar.  Se respira más paciencia, quizás el color tiene que ver, todo es de granito, el color es casi rosado, como un café muy claro que hace que uno vea el blanco,  que  además contrasta con el verde del césped, en donde los visitantes se sientan a pasar el día, comer, conversar con sus amigos y familiares.
Bradishwara Temple, Thanjavur

Los fieles se marcan la frente con un polvo blanco que se hace a partir del orín de vaca.  También se llenan las manos de este polvo y marcan las columnas cuando entran en el templo a saludar a Shiva o Ganesh.  La devoción de los fieles aquí es muy grande y es muy lindo de ver.   Estar aquí me hizo pensar mucho en mi fe y en mi devoción.  Yo creo en dios, aunque no siempre ha sido así.  No tengo ni medio argumento racional para que alguien entienda por qué creo o cómo poder comprobar algo.  De todas maneras, creo que la fe es algo tan personal que es un horror imponer cualquier creencia a nadie.  Es una experiencia y simplemente se siente o no se siente, no se puede enseñar, ni explicar, ni convencer al respecto.  Pero la devoción sí que se puede ver, en el Big Temple es de los cuadros más hermosos.

Mujer saluda antes de entrar al Templo.

Luego de pasar la mañana en el Big Temple nos fuimos al Palacio Real. Caminar  por la ciudad es de lo peor, no hay aceras, no hay señales, pero confieso que cruzar la calle ya casi deja de ser un reto, mi entrenamiento en Costa Rica hace que vaya venciendo el miedo.  En medio del caos, noto que la mayoría de establecimientos comerciales son joyerías, pero muy ostentosas.  Todas con muchas joyas doradas, muchas, pero muchas, muchas.  En la entrada siempre hay un guarda cuidando.  Es raro ver tanta opulencia con lo que pasa en la calle a solo 2 metros de la entrada de las joyerías.

Una de las joyerías. El guarda mira cuidadoso.
El palacio es un espacio viejo, sin cuidar.  Da un sensación que varía entre la decrepitud y la exuberancia.  Los marcos de las puertas tienen forma de pétalos, es lo que más me gusta.  Nos vamos a la sala museográfica, la cual sigue la línea de descuido.  Quizás cuando se tiene tanto recuerdo valioso, ese valor se pierde.

En uno de los salones del Royal Palace

Para el atardecer decidimos regresar al Big Temple.  La mejor decisión tomada ese día, aparte del almuerzo, pero con la comida en India es casi imposible equivocarse.  La calma de nuevo reina, pero es una calma que no es calma, porque el templo está más lleno aun.  Los niños vienen a pasar la tarde aquí, las parejas, las familias.  El sol se monta un espectáculo de luces que contemplo desde uno de los jardines.

Cae el sol en el Templo, Thanjavur.



El ruido normal de India queda diluido por la grandeza de las imágenes que provocan el sol y el Big Temple.  El silencio aparece por encima de esas ondas de sonido destructoras de la paz. Fácilmente puedo olvidar lo abrumante que fue la llegada a Thanjavur y volver a disfrutar y agradecer la experiencia de viajar por India.

Fieles visitan el Templo, Thanjavur.


Al atardecer en el Templo, Thanjavur.

El contraste de colore en el Big Temple, Thanjavur.

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