jueves, 21 de agosto de 2014

Madurai: mejor 'entregarse'

Movernos de Trichy a Madurai nos otorgó un episodio para aprender de paciencia, tolerancia y sobretodo a no luchar contra aquello que no podés cambiar, o sea de ‘entrega’. Esto me lo repetía como un mantra en el viaje en tren, fueron tres horas al parecer interminables.  En principio habíamos pensado en irnos en bus, pero nos enteramos de que el tren entre cada ciudad es frecuente, así que, queriendo evitar un poco el drama musical y escandaloso que significa un bus en India, nos decidimos por el tren. 

Las primeras señales de que no sería un buen viaje las dio la espera del tren.   Pasaron unas dos horas desde la hora indicada, pero eso es normal en este país.   Una vez que llegó el tren, tuvimos que subir en un vagón de los de asientos sin numerar, pues ese era el tiquete que teníamos.  Quizás el vagón era para 50 personas y fácilmente íbamos 150.  Al principio  del viaje estuve en un pasillo de unos 2 metros de ancho por medio metro, con otros 30 pasajeros.  No podía respirar, aquí viene la metáfora de ‘lata de sardinas’, eso es lo que pasaba. Al cabo de una hora, en uno de los asientos se liberaron unos 10 cm de espacio, así que me invitaron a sentarme.

Cuando ya estaba cómoda en mis 10 cm de asiento, decidí que había que ‘entregarse’, no había nada que pudiera hacer para cambiar mi situación, así que aproveché el paisaje.  El vagón estaba dividido en cabinas sin puertas, cada cabina tenía una banca enfrente de la otra.  Arriba un maletero.  Al lado de la cabina dos asientos individuales uno al frente del otro.   Las bancas de cada cabina me parece podían ser para tres o cuatro personas, pero se aprovechaba para 6 o 7.  Al subir  la vista al maletero me encontré con dos pares de pies guindando, unos que aprovecharon las alturas para la siesta. 

Lo más sorprendente sucedió cuando en el medio de nuestros pies (o sea unos 14 pares de pies), sitio que estaba lleno por el equipaje de los viajeros, algo se empezó a mover.  Me asusté, pensé que era algún animal camuflado entre tanta cosa, pero no,  era algo más grande que un animalillo.  De debajo de uno de los asientos y escarbando de abajo hacia arriba el equipaje, salió una señora con un sari ya no tan impecable, pues era hora de tomarse un chai, se tomó el chai tan tranquila y regresó a su sitio escondido.  El calor era insoportable, yo no quiero pensar cuántos grados de más habían debajo del asiento cubierta por todo aquello.

Después de tres horas en el vagón de las sardinas, llegamos a Madurai.  El siguiente paso fue llegar al hotel que supuestamente habíamos seleccionado cuidadosamente por Internet. Cuando el ‘tuc tuc’ se metió en un callejón de calidad más dudosa que la normal, ya dimos todo por perdido.   Era tarde, teníamos hambre, no era momento de buscar opciones de hotel, especialmente en una ciudad de ese tamaño.  Así que no quedó más que ‘entregarse’ una vez más y aceptar la habitación que fuera menos desagradable para salir a buscar comida.

Madurai es una ciudad que existe desde el año 300 antes de Cristo, comerciaba con los romanos mucho antes de que Chennai existiera (Chennai es la capital de Tamil Nadu), principalmente se comerciaban especias, pero además fue el hogar de importantes escolares y poetas de Tamil Nadu.  Hoy en día, aparte de los atractivos turísticos, destaca en la producción de tecnologías para la información.

La mañana del día siguiente al que llegamos la dedicamos al Meenakshi Amman Temple.  La gran ventaja del hotel seleccionado, quizás la única, es que estaba a tan sólo dos cuadras del templo.  Entonces cuando llegamos y nos prohibieron terminantemente entrar con cámaras, pudimos regresar al hotel para dejarlas.
El templo Meenakshi Amman al fondo, Madurai. 


Este templo se empezó a construir en 1623.  Según Lonely Planet, es la cumbre de la arquitectura en Tamil Nadu, sería el análogo a lo que significa el Taj Mahal en el norte de India.  El templo cubre 6 hectáreas, tiene 12 gopurams y está cubierto por imágenes de diosas, dioses, héroes y también demonios.  Las cuatro calles alrededor del templo son peatonales, lo cual da un poco de aire para entrar al templo y que los visitantes se dispersen un poco. 

Gopuram en el Meenakshi Amman Temple.  Madurai. 
 El templo está dedicado a la diosa Meenakshi,  quien es una versión o avatar de Parvati (madre de Ganesh, significa diosa de la montaña).  Meenakshi nació con tres pechos y la profecía decía que el tercer pecho se derretiría cuando conociera a su marido.  Esto sucedió cuando conoció a Shiva y se convirtió en su esposa.   En este templo se venera a Meenakshi y frecuentemente las mujeres piden por su maternidad.

Una imagen de la boda.  La cara color verde es la de Meenakshi.

 Recorrimos durante horas las interminables salas del templo, hay tanto para ver que al final me entretengo más con los visitantes que con lo que me dicen las paredes.  El idioma es incomprensible, los cantos mucho menos, pero me siento a contemplar lo que ocurre, no hay manera de concentrarse, si eso fuera una obra de teatro, no habría posibilidad alguna de foco.

El resto del día lo pasamos en el Tirumalai Nayak Palace, otro edificio cuya arquitectura es singular, pues mezcla el estilo dravídico e islámico.  Pero en la noche regresamos al templo,  era sábado por lo que nos esperaba un escenario muy diferente al que vimos durante la mañana.

Tirumalai Nayak Palace, Madurai.
Una vez dentro, la locura inició, fue como asistir a unas fiestas populares, los pasillos estaban llenos de familias o grupos de jóvenes.  Todos ellos con el celular (móvil)en la mano, seguro que se enviaban mensajes para ver donde quedar con el resto del grupo.  De pronto, una masa de unos 30 que corren a una de las salas.   Luego otros 30 corren en la dirección contraria, unos minutos después un grupo de músicos pasan  a nuestro lado.   Se oye música desde cada una de las salas, las ‘pujas’ están por iniciar y nadie se las quiere perder.

Llegar al centro del templo fue lento, eran cientos de cientos de personas alrededor de las estatuas de los dioses.  La iluminación se basaba básicamente en las velas que encendían los fieles como parte de sus ofrendas.  La oscuridad estaba bañada por el naranja del fuego, un poco de viento y nos quedaríamos a oscuras.

Foto tomada con móvil, no muy buena calidad. Templo Meenakshi Amman. Madurai. 


Para salir tuvimos que enfrentarnos a una masa de seres humanos que intentaban pasar por una puerta cuyo ancho era menor que dicha masa.  Por unos instantes tuve los pies en el aire, si esto que escribo fuera realismo mágico, los pies en el aire serían debido a otra cosa, no a la real presión humana de delante y atrás que era más fuerte que yo.  ¡Qué susto!, sólo en algún concierto de esos a los que iba de adolescente recuerdo haber vivido algo así.  En algún momento quise desertar y buscar otra salida, pero la siguiente opción podía estar bastante lejos de ahí, el templo es enorme.  Además corríamos el riesgo de que pasara lo mismo con la siguiente puerta de salida.  Estábamos agotados, había que ‘entregarse’, así que cerré los ojos, permanecí en el aire hasta que la presión cedió y el oxígeno regresó a mis pulmones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario