El aire húmedo que nos despeina
mientras buscamos el templo Durga,
sumado al paisaje lleno de plantaciones de banano, engañan mi mente,
algunos segundos pienso que voy en bicicleta de Puerto Viejo a
Manzanillo. Pero las rocas gigantes, 'atravesadas' en medio del
paisaje, me recuerdan que no es el Caribe, esto es Hampi y vamos en
moto. Contrariamente a lo que siempre hago, dejé que mi amiga
Yishen condujera, me entrego y disfruto de ser pasajera, confío en
su conducción, Taiwán y Costa Rica de nuevo establecen relaciones
internacionales.
Hoy decidimos visitar los monumentos
que están del lado de nuestro guesthouse, o sea del otro lado
del río. Son los 'menos' visitados, pero estamos en medio de las
vacaciones por Diwali, entonces hay
muchísimo turismo nacional y todo está lleno. El 'Durga
Temple' queda un poco después de pasar enfrente del templo de
'Hanuman', pero decidimos que
a Hanuman lo dejábamos para al atardecer. Así que ahí en
el 'Durga Temple' nos tocó subir y subir, los templos tienen ese
detalle siempre. Quitarse los zapatos y escalar. En la entrada,
otros visitantes nos recomendaron buscar el templo de la serpiente,
'sigan a la gente, es difícil de encontrar, tienen que bajar a una
cueva'.
Fue difícil, pero llegamos. Pero
antes de bajar una gran vista, la planicie llena de arrozales,
árboles de banano y palmeras, con esas piedras enormes que a veces
se agrupan de dos en dos o de cien en cien. Parece como si un niño
gigante se puso alguna vez a jugar a hacer montañitas de piedras.
Luego bajar entre las piedras con el
precipicio a pocos pasos. Nos pusimos detrás de un grupo de locales
que parecían expertos. Bajar, bajar, una cueva, agacharse,
oscuridad: sorpresa. Había un oficiante y un altar en medio de una
cueva con luz natural, las rocas dejan entrar suficiente luz.
Hicimos nuestra ofrenda (puja).
A la salida, una familia conformada por
padre e hija, o esposo y esposa, no logramos entender, nos adoptaron.
Desde que llegamos había un grupo de adolescentes hombres que nos
seguían. Para dos mujeres turistas esto puede ser sinónimo de
problemas, creo que esta familia lo intuyó y con señas nos
indicaron que los siguiéramos. Nos llevaron hasta la salida. La
ofrenda que hicimos en la cueva tuvo resultados desde el primer
momento.
De nuevo a la moto y llegamos a
'Anegundi'. Este pueblo tiene varios sitios con monumentos para
visitar. Esta zona es particularmente especial porque es poco
visitada, entonces los barrios mantienen cierta 'normalidad'. Vale
mucho la pena ir ahí para encontrarse con la gente y con sus
costumbres. Casas blancas, de colores, todas con los típico dibujos
hechos por ellos mismos en la entrada. Animales por todos lados.
Al llegar a los monumentos la vida
cotidiana se sincroniza con eso magnífico que los turistas
visitamos. Lo que diga la UNESCO y la declaración de patrimonio de
la humanidad poco importa a estas personas, quienes ponen sus saris,
dotis y otras prendas de color a secar justo al lado de los
imponentes edificios de piedra, porque el río está ahí y él sigue
siendo el gran protagonista.
Los niños siempre vienen corriendo
hacia nosotras. 'Jajajajajaja Catalina, jajajaja Catalina', es la
reacción que tienen cuando respondo a su insistente pregunta. No sé
si mi nombre significará algo vacilón aquí. Hay una niña que me
llama la atención especialmente, va vestida de rojo, pienso que pude
haber sido yo. Su piel morena y rizos 'arrepentidos' me recuerdan a
mí misma. El río despide un olor fuerte y desagradable, pero eso
no impide que el agua sirva para lavar la ropa y para recibir los
saltos de los niños.
Almorzamos un Thaly. En Anegundi solo
había Thaly para comer. La hoja de plátano se convierte en plato,
se limpia con agua. Luego viene el arroz, el sambar, las especies,
un papar. Me encanta meter los dedos en la comida y ya casi no
necesito ayuda de la cuchara. A los monos hay que espantarlos, en
cuanto huelen la comida vienen a ver qué pueden agarrar.
En el templo Chintawi pensé en lo
difícil que le resulta a mi cerebro digerir la imagen de Hampi.
Pienso que los que inventaron a 'los Picapiedra' definitivamente
pasaron por aquí. Esto es algo que no me imaginaba que existía.
Desde la cúspide del templo con el río al frente, observo
detenidamente a mi izquierda, ahí está en el medio del río como si
fuera una isleta el templo que visité hace unas horas, los 64
pilares. Muevo mi mirada hacia la derecha, las piedras empiezan a
delimitar una especie de mini lagos. Pero no son lagos, es un río,
el sonido lo delata. Se oyen los golpes de las telas contra las
piedras, las mujeres lavan. Los niños se ríen. Arriba y hacia la
izquierda más 'montoncitos' de piedras gigantes. Más a la derecha
un bosque de palmeras. Las montañas son de un color nuevo para mí,
ni verdes, ni azules, son café, beige o más bien rojizas. Los
pájaros cantan. Las vacas empiezan a cruzar el río, no, en
realidad se están bañando, no, están nadando en el río.
El templo de
Hanuman fue el gran final del día, 570
escaleras para verlo durante el atardecer. Ahí arriba los monos
luchan contra los seres humanos por los mejores sitios para ver el
sol ocultarse. Yo no me atreví a no cederles mi asiento cuando se
me acercaron, aquí se supone nació Hanuman,
mi respeto a estos señores monos con los que compartí ese momento.
Finalmente,
frente a mí apareció un valle que no es un valle. Las montañitas
de piedras, el río atravesando la imagen, los bosques de árboles de
banano, los arrozales. El sol hace de las suyas y ofrece el postre
del día. En mi mente un lugar así no existía, sigo intentando
digerir esta información, 'sí, Catalina, seguís en la Tierra, no
es otro planeta, simplemente viajaste a Hampi.'
Beautiful pictures Cata!
ResponderEliminarThanks!!!
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