domingo, 10 de noviembre de 2013

Adiós Mysore, llegando a Hampi

Dejar Mysore fue difícil, por un mes me sentí en casa, había construido un pequeño hogar en esa ciudad que hasta hace pocas semanas me enteré que existía. Quizás el hecho de la distancia, de aun no tener claro adonde pertenezco me hace sencillo sentirme 'en casa' con pequeños detalles, como las muestras de cariño de Lahlita cuando me hacía idlys para el desayuno porque son mis favoritos, o cuando Ramana me dejó un teléfono móvil con una respectiva lista de números de emergencia para poder estar comunicada mientras viaje por India. Fui muy dichosa en Mysore, una familia me adoptó (o yo los adopté, no sé) y eso convirtió en un mes más llevadero el mes tan difícil del entrenamiento de yoga.

Tuve que contener las lágrimas cuando abracé por última vez a Lahlita, creo que ella no está muy acostumbrada al contacto físico y a tanta muestra de emociones, no quería asustarla, pero la apercollé, era inevitable, fue una gran compañía y me consintió como si nos conociéramos de toda la vida. 'Tomorrow, bored, ma'am”, me dijo con una media sonrisa llena de nostalgia la última vez que cruzamos mirada.

Salí corriendo al rickshaw a encontrarme con Yishan, mi amiga del curso de yoga con la que viajaría los próximos días. Nos íbamos a Hampi en una hora y debíamos llegar a la estación de tren.

Hampi nos llegó por casualidad. Llevaba un par de semanas en que Hampi salía por recomendación de alguien, pero yo quería ir al norte, al desierto y Yishan a Goa. Cuando fuimos a la estación de tren para buscar tiquetes ya no habían para nuestros destinos seleccionados, ni siquiera para nuestros destinos secundarios. Así que, cuando preguntamos hacia dónde habían tiquetes y nos dijeron Hampi, intuimos que ahí debíamos viajar y que lo haríamos juntas.

Compramos el tiquete sleeper segunda clase con aire acondicionado. La dueña de la casa en donde se hospedó Yishan nos recomendó ese tipo de tiquete. Es mejor porque la primera clase es una cabina solo para cuatro personas y puede ser incómodo o peligroso, y una clase menor puede ser complicado para dos chicas solas viajando por la noche.

Cuando subimos a nuestro vagón conocimos a Mr. Peaceful (señor pacífico). No me acuerdo de su nombre en idioma original, pero recuerdo que eso era lo que significaba. Nos enseñó fotos de sus nietos y nos contó todo sobre la vida de sus hijos e hijas, uno vive en Amsterdam, otra en Hyderabaad y el último en su pueblo. Un par de horas después de iniciar el viaje las estaciones en las que nos detuvimos iban trayendo más y más pasajeros. En total éramos 18 en el vagón, cada uno teníamos una cama y pronto las cortinas de cada compartimento se cerraron y nos dormimos.

A las 9 a.m. del día siguiente ya estábamos por llegar a Hospet, casi 14 horas de viaje que el sueño disolvió. El vagón estaba prácticamente vacío, casi todos habían bajado en el camino. Ni siquiera Mr. Peaceful estaba. Desayunamos unos sandwiches que teníamos y Yishan se compró un café de los que pasan vendiendo por los pasillos.

La estación de tren en Hospet nos recordó el país en el que estábamos. Ruido, mucha gente, llegar a la salida fue una hazaña llena de paciencia. Para llegar a Hampi decidimos pagar los 150 rupees que nos cobró un tuc tuc (unos 2 dólares y medio) y dejar la experiencia del autobús para otro día.

La carretera hacia Hampi empezó a revelar uno de los lugares más fascinantes que he visto. Las rocas en medio del verde de los campos, como si fueran viejos meteoritos que cayeron aleatoriamente, daban una pista de lo que nos esperaba los siguientes días. Al llegar al Hampi Bazaar, decidimos cruzar el río Tungabhadra y buscar un hotel del otro lado, en Virupadur Gaddi. Para cruzar el río hay que pagar un viaje en lancha porque no hay otra manera de llegar. Cruzamos mientras el elefante de uno de los templos se bañaba en el río.

Nos quedamos en un hotelito muy básico. Goutham guesthouse, lo manejan unos nepalíes muy simpáticos. No teníamos electricidad la mayor parte del día y mucho menos Internet (que aquí en India es bastante generalizado tener), pero teníamos un pasillo lleno de luz y al aire libre en donde podíamos practicar yoga, así que nos quedamos ahí. 200 rupees la noche por las dos (un poco menos de 3 dólares).

Una vez instaladas salimos a explorar. Cruzamos el río de nuevo y llegamos a la primera sección de templos, al lado del Hampi Bazaar. La zona está llena de comercios y hostales, otra opción para pasar la noche, pero a mí parecer lo mejor es quedarse al otro lado del río, tiene un ambiente más tranquilo y relajado, lejos del bullicio del Hampi Bazaar.

Llegamos al atardecer y el reflejo del sol en la piedras, que no son blancas pero casi, nos regalaron una tarde espectacular. En el punto más alto podíamos ver un poco más del resto de las ruinas que estábamos visitando. Hampi es un complejo de monumentos y templos que fueron construidos alrededor del siglo XVI, casi todo es de piedra y rodeado por piedras. Las formas de las construcciones me recuerdan a muchos otros lugares que he visto y a ninguno al mismo tiempo.

No vimos el final del atardecer en los templos, pero sí cruzando el río, pues a las 6 p.m. se acaba el servicio de la lancha y si lo perdíamos no teníamos la menor idea de qué hacer, así que tocó acatar los horarios de Hampi.

Durante el breve en viaje en lancha conocimos a una señora inglesa de unos 70 años, las arrugas nos dejaban apenas ver su ojos claros, pero su vitalidad contradecía los años que le calculaba. Llevaba una camiseta de Bob Marley, había venido a India infinidad de veces y me aseguró que había sido parte de las bailarinas del gran Bob. Eso también tiene India, una variedad de personajes visitándola.

En el tren: Sleeper 2 Ac.

Informándome sobre el Sur de India y escribiendo notas para el blog.

Un poco de yoga para no perder el ritmo.

Desde mi cama-asiento.

La llegada a Hospet.

Hospet. 
De camino a Hampi

Las primeras impresiones.

El río  Tungabhadra.  El elfefante toma un baño.

Hampi Bazaar.



Restaurante recomendado en Hampi Bazaar.

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El camión se prepara para transportar a estos visitante.

Primeros monumentos que visitamos.

Los baños modernos.

Cae la tarde en Hampi.




Jugueteando en Hampi.

Hanuman anda por ahí.

El policía que sostiene la piedra.



Todo parece como puesto a propósito.


No entiendo nada.







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