jueves, 28 de noviembre de 2013

Fort Kochín

Kochi está en el estado de Kerala, en el suroeste de India y sus costas son bañadas por el Mar Arábigo. Según un artículo de la revista de viajes Altaïr, fue el primer lugar en el mundo en donde se eligió un gobierno socialista, por lo que tiene índices sociales y de educación altos. Además los índices de pobreza son los más bajos de este país.

Esta ciudad se divide en varias secciones. Yo decidí quedarme en Fort Kochín, que es la parte colonial. Su puerto recuerda los encuentros de portugueses, árabes, chinos y sirios y la comida la mezcla cultural de esta zona de la India, cargada de pimienta negra, byriani, los currys para carne y el culantro. Fort Kochín fue el primer lugar en India en donde hubo al mismo tiempo una mezquita, un templo católico, una sinagoga y por supuesto los templos hindúes.

Este puerto fue fundamental para el comercio de las especias, en los tiempos en que la pimienta era intercambiada por oro. Vasco de Gamma, quien descubriera la ruta entre Europa e India parece habitar dos de cada tres esquinas, pues su nombre es una constante entre hoteles, restaurantes y calles. Esta región también fue parte de la colonia portuguesa, por lo que los nombres y colores portugueses suelen aparecer de cuando en cuando. Pero lo que sobresale aquí es el agua. Está por todas partes.

Cuando me encontré con Patricia, Alberto y Adriana estaban de regreso después de unos día de paseo por Munnar. Ellos afirman que Fort Kochín tiene una tranquilidad que les encantó. A las pocas horas de estar allí lo entendí: cafés por todas partes, callecitas en silencio para perderse, verde por todo lado y agua por el otro.

Bueno, lo de la tranquilidad es relativo, cada tanto los choferes de rickshaw sacan de quicio a cualquiera (pero creo que esto es en todo India): '50 rupees one hour my ferrari', 'no?', 'maybe, later', 'no?', maybe tomorrow?'. No hay manera de que entiendan la palabra o el gesto 'no'. Quizás tiene que ver que nuestro giro de cabeza de no en occidente, aquí es sí , pero no creo, eso sería demasiado romántico, en realidad son muy necios. Yo traté de ser amable siempre, pero estos señores lo hacen a uno perder la cordura. Uno de estos conductores nos persiguió durante 15 minutos, aceleraba su carrito, se parqueaba, se bajaba e insistía. Nosotros lo ignorábamos y seguíamos. Él regresaba a su tuc tuc, aceleraba, nos adelantaba, se parqueaba y se nuevo se bajaba para insistir con nosotros. Eso, hasta que se rindió o alguien de nuestro grupo se enojó de verdad, no lo recuerdo o no lo quiero recordar.

En el hotel además conocimos a Natasha y su hijo Oscar, son de la Suiza italiana y llevan algunas semanas viajando por India. Esos días el grupo de viajeros creció y los desayunos, almuerzos y cenas se enriquecieron con historias, experiencias, anécdotas e intercambio de información para los viajes de cada uno.

La primera mañana en Fort Kochín descubrí a Alberto y a Patricia con sus cámaras grandes y computadoras. Como yo, viajan con su equipo tecnológico pues escriben y publican fotos en sus blogs. Por primera vez en muchas semanas me sentí acompañada: me encontré con unos colegas! Jejejeje. La felicidad absoluta apareció en el instante en que la propuesta de su parte fue salir a tomar fotos mientras me enseñaban Fort Kochín. !Tres cámaras en acción y una de ellas era la mía!

En Fort Kochín, la parte colonial, las cosas para ver son: Las redes de pesca chinas, el centro histórico, el Jew Town, el Kathakali (danza tradicional india) y hacer un tour por los 'backwaters'. El resto del tiempo es para caminar por el malecón, o tomarse un café, o perderse en las callecitas. A excepción de los conductores de rickshaw, aquí se respira un aire de mayor tranquilidad, como si el agua calmara los ánimos de quienes habitan este lugar, que aunque muchos dicen no parece India, la verdad es que lo sigue siendo.

Las 'chinese fishing nets':
Me levanté temprano un día y me fui a tomar fotos e investigar de qué iban estos famosos aparatos. En total hay 11 redes enormes, unos 10 metros de alto. Es como una versión de esas redes para cazar mariposas pero en gigante y puestas en el oceáno para pescar. Cada una necesita entre 6 y 8 operarios. Se sube y se baja la red cada 10 minutos. Durante estos días de noviembre casi no se pesca nada, la temporada buena será hasta enero. Johnson, uno de los pescadores, me hace señas para que vaya a su 'fishing net', me presenta a todo el equipo, me deja formar parte de los pescadores y me da una 'fried banana' y un chai de desayuno. Por supuesto que después de tanta amabilidad me pidió un 'donation'.

El centro:
Está lleno de casitas, cafés y algunas calles de adoquines e iglesias, además de viajeros por supuesto. Lo mejor es ir despacio, parando, descubriendo detalles como el café Teapot que está lleno de teteras antiguas, o 'Play Clan' una tienda de diseño con temática India, cuyos productos pueden ser regalos muy originales. Mi lugar favorito para tomar café: Kashi Art café, que además del maravilloso café (tema difícil en India) suelen tener exposiciones plásticas.

En general en Fort Kochín todo es un poco más caro que en el resto de India, pero no es enorme la diferencia y vale la pena, el ruido se reduce, la calma regresa y uno puede retomar energías para seguir descubriendo este país.

Jew Town:
Desde el Centro es una caminata de una media hora. Antes de llegar se pasa por tiendas de incienso y especias. Ya en el barrio, aparecen las tiendas de antigüedades y cosas curiosas. Además se puede visitar la Sinagoga. La tienda Heritage Arts tiene un barco de unos 50 metros de largo adentro y un café con vista al mar.

Kathakali Center:
Se puede ver un espectáculo de esta tradición de danza teatro clásico india, en la cual se narran leyendas hindúes provenientes del Mahabharata. Está adaptado para ser un espectáculo de pequeño formato y en total se tarda unas dos horas (originalmente podían durar del atardecer al amanecer). Una hora antes del inicio se puede presenciar el proceso de maquillaje de los actores.
Esta forma de teatro tiene códigos cuyos significados son muy específicos, no se habla pero hay maneras de decir y expresar cosas a través de mudras (gestos de la mano), gestos faciales y de los ojos. Al principio del espectáculo los actores explican algunos de estos códigos para poder dar herramientas a los espectadores.

Backwaters:
Hay dos maneras de ir a estos canales de agua: el bote grande y el pequeño. Yo hice el pequeño. Forma parte de los encantos de Kochi. Ser testigo de cómo la vida gira alrededor del agua, las señoras lavando la ropa, o el pescado, o las ollas de la cocina, así es, esa agua sirve para todo. Uno va en el bote y la calma se contagia, de vez en cuando alguna parada para ver algunos productos como las cuerdas de coco, especias o las flores de loto.

Fort Kochín es lindo y entiendo porqué Adriana, Alberto y Patricia regresaron. Disfruté mucho mis días aquí, no paré de comer en el resturante Dal Roti, su especialidad era comida del norte de India y me enganché a los Kati Rolls.

Caminar, perderse, no tener preocupaciones por lo que sigue contrasta con la constante lucha con los conductores de rickshaw. No se puede caminar mucho rato sin tener que explicarle a uno de estos señores por qué no se necesita el rickshaw y 'I prefer to walk sir'.

Mi siguiente estación planeada eran las playas en Allepey y Varkala, más al sur de Kerala y finalizar la visita de este estado en Trivandrum. Pero, una vez más, cambié planes, me fui directo a Trivandrum al ashram de Sivananda: se me antojó un poco de yoga y silencio.

Fort Kochín.
Arte urbano en Fort Kochín.

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Carteles de cine.

Maquillaje de Kathakali.

Maquillaje de Kathakali.

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Maquillaje del Kathakali.
Representación de Kathakali.

Backwaters en Kochi.

Señoras haciendo cuerda a partir de la fibra del coco.


Backwaters en Kochi.

Otros turistas por los backwaters.

Adri y las flores de loto.

Flores de loto.

Flor de loto.
Los niños suelen ir maquillados así por estos rumbos.

Movimiento típico de los hombres cuando se suben el Lunghi.

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La basura y los backwaters.  Lo que más me cuesta entender de este país, la basura por todas partes.

Mi restaurante favorito en Fort Kochín.

Las redes chinas de pesca.

En la venta de pescado.

Al atardecer se hacen los negocios del pescado.
Chinese Fishing nets al atardecer.

Idem.



Camino al Jew Town.

Tienda de antigüedades en el Jew Town.

Idem.

Idem.

Esta barca mide cerca de 50 metros y está dentro de la tienda.



Vista desde un café en el Jew Town.

A través de los elefantes en el Jew Town.

Kerala tiene hace muchos años un gobierno socialista.  Quizás sea la explicación de esto.

Chinese fishing nets.

Si hicieran caso a esto este país sería distinto.



Kati roll, mi comida favorita en el Dal Roti.

Johnson, pescador de chinese fishing nets.

"Ayudando" a los pescadores.

Johnson muestra un pescado que se come las redes.

Caminando con mis nuevos amigos.

Cameo de mí misma.

Máscaras.


sábado, 23 de noviembre de 2013

Aby, Juvy, Ashok:El tren a Kerala

Ya habían pasado dos horas desde mi salida oficial de Palolem. Estaba sentada en una de las plataformas esperando el tren a Kochi, abrazada a mi mochila, vigilando cada pequeño movimiento. Éste era mi primer viaje completamente sola en tren en India. Yishan se quedó en Goa. Despedirme me dio tristeza, últimamente me encariño muy rápido y muy rápido tengo que dejar esos cariños.

Los trenes iban y venían, y con ellos las masas de gente. La única señora con la que había hablado se tuvo que ir, así que ahí estaba sola, bueno no, atrás de mí, tirado en el suelo un señor borracho dormitaba, a veces hacía ruidos extraños. Yo vigilaba porque pensaba que se podía ahogar. Mientras tanto, me imaginaba cómo iba a ayudar al señor si se ahogaba, 'dejo mi mochila o no, grito y pido auxilio, pero es que todo el mundo le pasa al lado y lo ignora, yo soy una exagerada, no se va a ahogar...' En eso siento que me jalan el pelo, vuelvo a ver y descubro una sonrisa diminuta, unos dientes blanquísimos y dos hoyuelos, uno en cada mejilla: Aby.

La mamá de Aby, Juvy, le ordena que no me moleste. Yo le explico que no me molesta. Aby y yo nos enamoramos de inmediato y reímos juntas. Tiene un año y medio y es de lo más simpática. Su mamá es Juvy y está en la estación esperando el mismo tren que yo. El papá es Ashok y todo el resto del algarabío a mi alrededor son parejas de amigos de los padres de Aby que estuvieron juntos de vacaciones en Goa y deben regresar a un pueblo cerca de Kochi.

A partir de ese momento me sentí acompañada. Para mi buena suerte no sólo iban en mi mismo tren sino en mi mismo coche. Las casualidades que me sigue regalando India. Así que ellos me informaron que el tren se retrasó pues yo no entendía nada proveniente de los altavoces. Las siguientes horas me las pasé conversando con Juvy y Ashok, jugando con Aby, comiendo de las bolitas dulces de garbanzos que tanto me gustan y naturalmente pasé a formar parte de ese grupo de parejas jóvenes de vacaciones por India.

Juvy y Ashok trabajan en informática y vivieron por trabajo y estudios en Alemania. Ahora viven en un pueblo muy cerca de Kochi hacia donde me dirijo. Ashok además hace yoga desde hace muchos años y por lo menos una hora de espera conversamos de eso que tanto me ha ocupado mis horas en India.

Aby, Juvy y Ashok me adoptaron. Pasar la noche sola en el tren dejó de ser una preocupación, ellos estuvieron pendientes hasta el último momento de mí. Y a la mañana siguiente vinieron a buscarme a mi camarote para despedirse. Me invitaron a su casa y espero algún día poder visitarlos. Son una familia encantadora y Aby me robó el corazón.

A la llegada a Kochi de nuevo me encontré en aquella locura que son las estaciones de trenes de India. Me armé de valor, la crucé y salí. Ahora debía llegar al muelle para tomar el Ferry hacia Fort Kochin. Caminé 10 minutos y nadie sabía darme indicaciones. Respiré hondo y me fui a un café. Allí casi todos los presentes eran hombres, cuando entré todos voltearon, creo que la mochila y la cara de perdida eran demasiado llamativas. Pero de nuevo la amabilidad de los indios salió a flote, entre el mesero y un señor que apareció de la nada enfrente de mi mesa me dieron instrucciones para encontrar el bote.

Un tuc tuc después estaba en el Ferry. Llovía 'como si no hubiera mañana', no tenía la menor idea de lo que iba a hacer en Fort Kochin ni cómo encontrar un hotel debajo de aquel diluvio. Estaba con la vista perdida en la ventana, viendo el mar y la lluvia, resignada a lo que fuera cuando de pronto escucho a mi lado unas palabras mágicas, eran en español. A mi lado estaba Adriana, una mujer Argentina y más a la derecha Patricia de España y Alberto de Argentina también.


Un intercambio breve de palabras y sensaciones nos hizo terminar juntos en el hotel que ellos ya tenían visto pues hacía unos días habían pasado por ahí. Así que de Juvy, Aby y Ashok pasé a formar parte de otra familia, en este caso de una 'familia' de viajeros, de esas que se forman en el camino: Patricia, Alberto y Adriana. En menos de media hora todo estaba resuelto, compartiría habitación con Adriana y estábamos listos para buscar qué almorzar. Este viaje fue como de relevos, cada vez que necesité ayuda había alguien ahí para sostenerme y llevarme de la mano al siguiente paso. Gracias India.

Juvy y Aby.

Juvy, Ashok, Aby y yo.

Adriana, Natasha, Oscar y Patricia.  Alberto tomó la foto.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Old Goa y Panjim: La India con colores de Portugal


El traqueteo del bus y el bochorno del calor húmedo me impedían ser consciente de la decoración que estaba en el parabrisas del autobús. Iba con David a conocer Old Goa y Panjim, todos los pasajeros del bus nos contemplaban, no podían evitarlo. El color de piel y cabello de David no pasan desapercibidos, así como para mí nunca pasan desapercibidos los colores de los saris. La música al fondo es música india, casi me siento en una película de Bollywood. Finalmente enfoco la decoración: una estatuilla de la Virgen María y al lado una estatuilla de Ganesh.

Ni 'lazy day' ni kayak. Nos fuimos a conocer la capital de Goa y la vieja Goa. Estas dos ciudades son una herencia de la colonia portuguesa, la cual estuvo en India incluso mucho más años que la ocupación británica. Portugal ocupó la costa suroeste de India poco antes de iniciar siglo XVI y dejó de estar en India algunos años después de la independencia de India de Inglaterra.

Así que fue una sorpresa encontrarme con palabras en un idioma tan familiar para mí. De hecho la guía de viajes dice que en algún momento una frase célebre decía: “If you went to Goa, don't need to go to Lisboa” (si fueron a Goa no necesitan ir a Lisboa). Creo que actualmente queda muy poco del esplendor de esa Old Goa que durante el siglo XVI competía con la capital portuguesa.

Desde Palolem llegar a estos dos lugares fue una travesía inmejorable. Por supuesto cuando preguntamos a los lugareños qué cuánto nos tardaríamos en llegar, todos estuvieron de acuerdo en que en una hora y media más o menos estaríamos en nuestro destino. Pero no, las nociones de espacio y tiempo de los indios son bastante distintas a las occidentales, esa hora y media en realidad fueron casi tres. El trayecto incluyó tres buses: Palolem-Margao (1 hora y poco más), Margao-Panjim (una hora más los veinte minutos de fila para comprar el tiquete del bus), Panjim-Old Goa (45 minutos).

Old Goa está llena de templos católicos. Algunos en ruinas, otros aun funcionan pero su estado es bastante decadente. No sé por qué los portugueses necesitaban tantos templos en tan poco espacio. Los templos no fueron mi lugar favorito, pero lo que pasaba alrededor fue interesante. Había cientos de visitantes, la mayoría indios, pues continúan las vacaciones por Diwali. Así que el peregrinaje es grande.

Las decoraciones de las iglesias, aunque son católicas, remiten a la 'puja' de los templos hindúes. El cómo colocan las flores y las velas. Mi parte favorita fue en una de las cimas de Old Goa, las ruinas del Monasterio de San Agustín. Ahí apenas si se puede ver el esqueleto de lo que una vez fue un gran edificio, pero los mosaicos que quedan remiten a ese color tan característico de Portugal.
Goa es un ejemplo clarísimo de la convivencia cultural y de religiones de India. Imágenes de Jesús contrastan con la de Ganesh y Hanuman.

A la vuelta nos detuvimos en Panjim, almorzamos un thaly y unos idlys. Caminar por Panjim lo hace a uno olvidar que aterrizó en India, o más bien lo hacen a uno recordar la diversidad que ofrece este país. No todo es caos en India. Panjim está llena de flores, de calles angostas con casas de arquitectura colonial portuguesa, balcones. La calma y el agua reinan en esa ciudad.

No pude estar todo el tiempo que hubiera querido en Panjim, nos esperaban otras tres horas de viaje de vuelta a Palolem. Apenas tuve tiempo de comprar un libro en una venta de libros usados (abundan las librerías en este país, es un peligro para mi espalda porque ya no debería cargar más en mi mochila).


Panjim me provocó, creo que se merece que regrese y la explore, no todos los lugares le dan a uno esa sensación de mariposas en el estómago. A lo mejor es una falsa alarma pues estuve poco tiempo, pero Panjim se merece más que unas pocas horas.