Mi primer día: Bangalore
Salir del
aeropuerto fue relativamente rápido, quizás una hora o cuarenta y
cinco minutos, no lo recuerdo. Pero éramos por lo menos 500
personas haciendo la misma fila para pasar por migración y luego la
aduana. En India eran las 3:10 a.m., yo llevaba ya más de doce
horas de viaje y sin dormir bien unas 24 horas (entre despedidas,
últimos detalles de viaje y nervios dormí dos horas antes de tomar
el avión).
Yo esperaba un
desastre en el aeropuerto, me imaginaba que iba a ser el triple de
gente, que los agentes de migración se podían poner pesados, pero
para nada. Recordé cuando Sergi, el viajero con quien iba a
coordinar ruta en el Sudeste Asiático, me recomendó entrar a India
por el sur. Pues como quien no quiere la cosa, entré por el Sur y
hasta el momento creo que ha sido una gran decisión.
Al salir del
aeropuerto tenía un huequito en la panza, me tendría que estar
esperando Ramana, mi anfitrión de couchsurfing. ¿Pero
y si no estaba? ¿Qué hubiera hecho? Por dicha no tuve que responder
a ninguna de estas preguntas. Al salir, logré reconocer en la
multitud un cartelito con un “Catalina Calvo”: cuánta poesía
fueron esas letras una madrugada como aquella.
Nos
reconocimos y sonreímos. Nos fuimos al coche con Salman, un chico
que le ayuda con distintos quehaceres. Al llegar al coche, la
primera sorpresa, el conductor está en el asiento derecho y por
supuesto entendí que los carriles estarían dispuestos al contrario
de mi costumbre. La única vez que viví esto fue en Jamaica, tenía
quince años y andaba de crucero con mis compañeras del cole.
Recuerdo que iba en la parte de adelante de la microbús que nos
paseaba por la ciudad y mi amiga Ana y yo gritábamos a cada rato del
susto, nos dio muchos nervios esa sensación de sentir que todos los
coches vienen en sentido contrario.
Además,
vino el siguiente aprendizaje, se conduce tocando el pito, claxon,
bocina, como quieran llamarle, cada dos segundos, porque parece que
nadie tiene muy claro el tema de los carriles y a cada rato se
atraviesan los coches en el camino, así que se pita.
Yo
estaba exhausta y 'me entregué'. Pensé: Salman se ve como un
conductor con experiencia en estas carreteras y sus maniobras, así
que confío en que llegaremos sanos y salvos, nada gano con
angustiarme. El camino a casa era largo, eran unos 80 km. Cuando
supe esto no pude estar más agradecida por haber contactado con
Ramani. A las 3 a.m. salir hacia cualquier lado en Bangalore hubiera
sido una aventura que agradezco haberme ahorrado.
En
el trayecto nos contamos un poco la vida con Ramani, hablábamos por
ratos, durante los silencios aprovechaba para observar lo que me
permitía alguna luz de la carretera, esa India a la que hacía menos
de una hora empezaba a conocer. Antes de llegar al barrio donde vive
Ramani, me sorprendió la imagen de un Ganesha gigante iluminado en
el garage de una casa. Ahí lo tuve claro, estoy en India.
Apenas
llegamos a casa, casi a las 5 a.m. me fui a dormir, no podía más.
Al día siguiente puse el despertador a las 9 a.m., para irme
acostumbrando al cambio de hora, la próxima semana empiezo todos los
días las clases de yoga a las 5 a.m., es necesario acostumbrar el
cuerpo.
El
desayuno lo tomé con Ramani. Fue mi primera introducción a la
comida india. Primero frutas y luego unas tortitas pequeñitas, de
arroz, rellenas con vegetales, estaban fritas. Puede que tengan un
parecido con las pupusas salvadoreñas en el concepto, sólo que
estas eran mini pupusas. Además, bienvenido el picante, y eso que
estaba apenas desayunando.
Fuimos
a caminar por el barrio. Ramani vive en una propiedad que es un
oasis en medio de Bangalore, está lleno de árboles y sus vecinos
son sus familiares. Pronto entramos a saludar a una de sus hermanas
y a lo lejos nos saludó la prima. Rápidamente estábamos todos
bebiendo té verde en casa de Ramani.
Al
ratito llegó Maniva, una hija “adoptiva” de la esposa de Ramani
y vino para almorzar conmigo y Ramani en un restaurante que ella
había elegido previamente. Ella le dice 'Uncle' a Ramani. Es una
forma cortés de referirse a las personas mayores de confianza.
Primero
fuimos de compras. Ramani necesitaba comprar un dhoti
(vestimenta tradicional de hombre en India) para su nieto de tres
años que vive en Estados Unidos. Paramos en una tienda de ropa
india. Obviamente no me resistí, ya tengo mis primeros pantalones
indios, unos estilo salwar
y otros patiala.
Las
calles de Bangalore a veces podrían ser alguna en Costa Rica. El
caos y los colores me hacen sentir en casa. La diferencia la dan los
rótulos en la caligrafía india, o los templos con dioses hindués
que aparecen en el camino. Aunque, una vez que parqueamos el coche
para cruzar al restaurante, entendí una nueva cosa sobre India.
Para cruzar la calle uno 'se manda' y ruega porque el coche, o más
bien, cientos de coches y motos se detengan. Como siempre es una
masa de vehículos, pues uno lo que hace es unirse y formar parte de
esa masa para cruzar. Me dio mucho miedo.
Maniva estuvo ahí para agarrarme del brazo y ayudarme.
Entramos aun Centro Comercial que fácilmente podría estar en cualquier parte del mundo. Un espacio neutral, como los aeropuertos. Tiendas como Zara, Calvin Klein o Guess llenas de gente comprando. También algunas tiendas de ropa tradicional india. Comimos en un restaurante de comida asiática, mis anfitriones me llevan despacio a adentrarme a la gastronomía india pues reconocen que es pesado y me aconsejan ir pausadamente. Aunque a la salida y de regreso al coche, un vendedor de la calle nos ofrece unas bolitas amarillas fritas al instante, Ramana me dice que tengo que probarlas, pero ese día no, más adelante. Maniva hace énfasis en que no sean las de la calle.
En
la noche fui al teatro. Yo creo que esta es una gran manera de
conocer un país, ver algún espectáculo artístico, pero ojalá no
sea únicamente en un teatro 'oficial'. Este era un teatro a pocos
minutos de casa (http://jagrititheatre.com/)
y la obra se 'Ms. Meena', el grupo de teatro venía desde Chennai.
Era
un teatro pequeño pero las instalaciones estaban muy bien, el
escenario era semicircular y cabían unas 200 personas. La trama de
la historia era sobre el regreso de Ms. Meena, una estrella famosa de
cine, a su pueblo natal para rodar una película sobre su vida.
Durante la obra se descubre que en realidad viene para vengarse de
su viejo amor, un importante empresario en el pueblo que la abandonó
estando embarazada.
La
obra duró dos horas y poco más, a ratos sentía que era muy larga y
perdía ritmo pues contaba detalles innecesarios. Pero ayer vi una
película de Bollywood y pasó lo mismo, larguísima con demasiados
detalles. Quizás es parte de la cultura aquí, las historias se
cuentan enteras o no se cuentan. Así que a lo mejor la que perdía
ritmo de espectadora era yo.
Como
inducción me pareció bien el ejercicio de ir al teatro. Uno se
entera más o menos de qué se ríen los indios. Por ejemplo habían
partes en que claramente se burlaban del formato de las películas de
Bollywood, o del glamour que significa ser actor o actriz de cine.
Además hicieron caricaturas de personajes estereotipos de India.
Eso en general lo reconocí, cuales personajes, pues me imagino que
ya los conoceré.
En
el intermedio y mientras estaba en el baño se fue la luz, no tardó
lo suficiente como para preocuparme, rápidamente pasó el
inconveniente.
Al
regreso a casa, cenamos con una familia cuyo hijo cumplió años. De
nuevo festival de delicias, prometo aprenderme algún nombre pronto,
es que es demasiada información. Pero era berenjena, camarones,
arroz, por supuesto todo con spices.
En
India las costumbre es comer con la mano, el arroz es 'masudo' y
ayuda a ello. Intenté hacerlo, como para ir formando parte de
esto, pero hay que desarrollar una técnica, no es fácil, entonces
antes de seguir haciendo el ridículo regresé a mi tenedor.
Después de comer hicimos un ratito de tertulia en la sala con Tom y Jerry al fondo en el televisor. Pero pronto la familia se despidió de nosotros pues al día siguiente los niños debían ir a la escuela. Yo también me fui a dormir pronto, en pocas horas saldríamos para Mysore.
Tuc tuc de camino al restaurante para almorzar |
Añadir leyenda |
Svetja la cocinera, es fantástica. |
A punto de sentarnos a comer. |
Arroz, al fondo un camarón. En el platito yogurt que sirve para aliviar el picante. |
La de la izquierda y el chico de con los niños a cada lado se acaban de casar. Los niños son sus sobrinos. El niño es el cumpleañero. |
Después de la cena, durante la tertulia. |
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