martes, 1 de octubre de 2013

Mi primer día: Bangalore

Mi primer día: Bangalore

Salir del aeropuerto fue relativamente rápido, quizás una hora o cuarenta y cinco minutos, no lo recuerdo. Pero éramos por lo menos 500 personas haciendo la misma fila para pasar por migración y luego la aduana. En India eran las 3:10 a.m., yo llevaba ya más de doce horas de viaje y sin dormir bien unas 24 horas (entre despedidas, últimos detalles de viaje y nervios dormí dos horas antes de tomar el avión).

Yo esperaba un desastre en el aeropuerto, me imaginaba que iba a ser el triple de gente, que los agentes de migración se podían poner pesados, pero para nada. Recordé cuando Sergi, el viajero con quien iba a coordinar ruta en el Sudeste Asiático, me recomendó entrar a India por el sur. Pues como quien no quiere la cosa, entré por el Sur y hasta el momento creo que ha sido una gran decisión.

Al salir del aeropuerto tenía un huequito en la panza, me tendría que estar esperando Ramana, mi anfitrión de couchsurfing. ¿Pero y si no estaba? ¿Qué hubiera hecho? Por dicha no tuve que responder a ninguna de estas preguntas. Al salir, logré reconocer en la multitud un cartelito con un “Catalina Calvo”: cuánta poesía fueron esas letras una madrugada como aquella.

Nos reconocimos y sonreímos. Nos fuimos al coche con Salman, un chico que le ayuda con distintos quehaceres. Al llegar al coche, la primera sorpresa, el conductor está en el asiento derecho y por supuesto entendí que los carriles estarían dispuestos al contrario de mi costumbre. La única vez que viví esto fue en Jamaica, tenía quince años y andaba de crucero con mis compañeras del cole. Recuerdo que iba en la parte de adelante de la microbús que nos paseaba por la ciudad y mi amiga Ana y yo gritábamos a cada rato del susto, nos dio muchos nervios esa sensación de sentir que todos los coches vienen en sentido contrario.

Además, vino el siguiente aprendizaje, se conduce tocando el pito, claxon, bocina, como quieran llamarle, cada dos segundos, porque parece que nadie tiene muy claro el tema de los carriles y a cada rato se atraviesan los coches en el camino, así que se pita.

Yo estaba exhausta y 'me entregué'. Pensé: Salman se ve como un conductor con experiencia en estas carreteras y sus maniobras, así que confío en que llegaremos sanos y salvos, nada gano con angustiarme. El camino a casa era largo, eran unos 80 km. Cuando supe esto no pude estar más agradecida por haber contactado con Ramani. A las 3 a.m. salir hacia cualquier lado en Bangalore hubiera sido una aventura que agradezco haberme ahorrado.

En el trayecto nos contamos un poco la vida con Ramani, hablábamos por ratos, durante los silencios aprovechaba para observar lo que me permitía alguna luz de la carretera, esa India a la que hacía menos de una hora empezaba a conocer. Antes de llegar al barrio donde vive Ramani, me sorprendió la imagen de un Ganesha gigante iluminado en el garage de una casa. Ahí lo tuve claro, estoy en India.

Apenas llegamos a casa, casi a las 5 a.m. me fui a dormir, no podía más. Al día siguiente puse el despertador a las 9 a.m., para irme acostumbrando al cambio de hora, la próxima semana empiezo todos los días las clases de yoga a las 5 a.m., es necesario acostumbrar el cuerpo.

El desayuno lo tomé con Ramani. Fue mi primera introducción a la comida india. Primero frutas y luego unas tortitas pequeñitas, de arroz, rellenas con vegetales, estaban fritas. Puede que tengan un parecido con las pupusas salvadoreñas en el concepto, sólo que estas eran mini pupusas. Además, bienvenido el picante, y eso que estaba apenas desayunando.

Fuimos a caminar por el barrio. Ramani vive en una propiedad que es un oasis en medio de Bangalore, está lleno de árboles y sus vecinos son sus familiares. Pronto entramos a saludar a una de sus hermanas y a lo lejos nos saludó la prima. Rápidamente estábamos todos bebiendo té verde en casa de Ramani.
Al ratito llegó Maniva, una hija “adoptiva” de la esposa de Ramani y vino para almorzar conmigo y Ramani en un restaurante que ella había elegido previamente. Ella le dice 'Uncle' a Ramani. Es una forma cortés de referirse a las personas mayores de confianza.

Primero fuimos de compras. Ramani necesitaba comprar un dhoti (vestimenta tradicional de hombre en India) para su nieto de tres años que vive en Estados Unidos. Paramos en una tienda de ropa india. Obviamente no me resistí, ya tengo mis primeros pantalones indios, unos estilo salwar y otros patiala.

Las calles de Bangalore a veces podrían ser alguna en Costa Rica. El caos y los colores me hacen sentir en casa. La diferencia la dan los rótulos en la caligrafía india, o los templos con dioses hindués que aparecen en el camino. Aunque, una vez que parqueamos el coche para cruzar al restaurante, entendí una nueva cosa sobre India. Para cruzar la calle uno 'se manda' y ruega porque el coche, o más bien, cientos de coches y motos se detengan. Como siempre es una masa de vehículos, pues uno lo que hace es unirse y formar parte de esa masa para cruzar. Me dio mucho miedo. Maniva estuvo ahí para agarrarme del brazo y ayudarme.

Entramos aun Centro Comercial que fácilmente podría estar en cualquier parte del mundo.  Un espacio neutral, como los aeropuertos.  Tiendas como Zara, Calvin Klein o Guess llenas de gente comprando.  También algunas tiendas de ropa tradicional india.  Comimos en un restaurante de comida asiática, mis anfitriones me llevan despacio a adentrarme a la gastronomía india pues reconocen que es pesado y me aconsejan ir pausadamente.  Aunque a la salida y de regreso al coche, un vendedor de la calle nos ofrece unas bolitas amarillas fritas al instante, Ramana me dice que tengo que probarlas, pero ese día no, más adelante.  Maniva hace énfasis en que no sean las de la calle.

En la noche fui al teatro. Yo creo que esta es una gran manera de conocer un país, ver algún espectáculo artístico, pero ojalá no sea únicamente en un teatro 'oficial'. Este era un teatro a pocos minutos de casa (http://jagrititheatre.com/) y la obra se 'Ms. Meena', el grupo de teatro venía desde Chennai.

Era un teatro pequeño pero las instalaciones estaban muy bien, el escenario era semicircular y cabían unas 200 personas. La trama de la historia era sobre el regreso de Ms. Meena, una estrella famosa de cine, a su pueblo natal para rodar una película sobre su vida. Durante la obra se descubre que en realidad viene para vengarse de su viejo amor, un importante empresario en el pueblo que la abandonó estando embarazada.

La obra duró dos horas y poco más, a ratos sentía que era muy larga y perdía ritmo pues contaba detalles innecesarios. Pero ayer vi una película de Bollywood y pasó lo mismo, larguísima con demasiados detalles. Quizás es parte de la cultura aquí, las historias se cuentan enteras o no se cuentan. Así que a lo mejor la que perdía ritmo de espectadora era yo.

Como inducción me pareció bien el ejercicio de ir al teatro. Uno se entera más o menos de qué se ríen los indios. Por ejemplo habían partes en que claramente se burlaban del formato de las películas de Bollywood, o del glamour que significa ser actor o actriz de cine. Además hicieron caricaturas de personajes estereotipos de India. Eso en general lo reconocí, cuales personajes, pues me imagino que ya los conoceré.

En el intermedio y mientras estaba en el baño se fue la luz, no tardó lo suficiente como para preocuparme, rápidamente pasó el inconveniente.

Al regreso a casa, cenamos con una familia cuyo hijo cumplió años. De nuevo festival de delicias, prometo aprenderme algún nombre pronto, es que es demasiada información. Pero era berenjena, camarones, arroz, por supuesto todo con spices.


En India las costumbre es comer con la mano, el arroz es 'masudo' y ayuda a ello. Intenté hacerlo, como para ir formando parte de esto, pero hay que desarrollar una técnica, no es fácil, entonces antes de seguir haciendo el ridículo regresé a mi tenedor.

Después de comer hicimos un ratito de tertulia en la sala con Tom y Jerry al fondo en el televisor.  Pero pronto la familia se despidió de nosotros pues al día siguiente los niños debían ir a la escuela.  Yo también me fui a dormir pronto, en pocas horas saldríamos para Mysore.

Tuc tuc de camino al restaurante para almorzar





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Svetja la cocinera, es fantástica.

A punto de sentarnos a comer. 
Arroz, al fondo un camarón.  En el platito yogurt que sirve para aliviar el picante.

La de la izquierda y el chico de con los niños a cada lado se acaban de casar.  Los niños son sus sobrinos.  El niño es el cumpleañero.

Después de la cena, durante la tertulia. 

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