martes, 31 de diciembre de 2013

Breve momento en Chennai


En el aeropuerto de Chennai me encontré con Sebastián. Nos conocimos brevemente en Barcelona luego de habernos contactado a través de un foro de Lonely Planet y un anuncio en la librería Altaïr. Habíamos acordado acompañarnos en el viaje por la región de Tamil Nadu, al sureste de India.

Teníamos como meta cerca de diez destinos en esta región, lo cual era bastante ambicioso, especialmente cuando yo había hecho la mitad de lugares en las tres semanas anteriores. Sin embargo, confiábamos en que la compañía y el trabajo en equipo harían el viaje menos pesado y facilitaría movernos durante los siguientes veinte días. De Chennai teníamos pocas expectativas y por lo tanto le dedicamos pocas horas. Estaríamos la tarde del primer día y al día siguiente después de comer saldríamos a Mamallapuram.

Chennai es la capital de Tamil Nadu y una de las ciudades más grandes de India, tiene casi 8 millones de habitantes. Al principio intentamos caminar y ubicarnos solos, pero finalmente la falta de cuadrantes y el tamaño y desorden de la ciudad, nos obligó a subirnos a un tuc tuc que nos llevó a comer, deliciosamente, como ya es costumbre en India, y luego otro tuc tuc nos llevó a la famosa Marina Beach.

Para cuando llegamos a Marina Beach ya era de noche. No sabíamos muy bien que esperar. Pero pronto un camino nos llevó hacia la playa y empezamos a descubrir un pasillo sobre la arena dibujado por chinamos con ventas de todo tipo de tiliches, chai y pescado. El pescado parecía fresco y lo cocinaban al instante enfrente de los ojos del comensal.

Pronto llegamos al frente del mar en donde decenas de indios se conglomeraban a observar el golpe de las olas en la orilla, o quizás a escucharlo. Unos caballos pasaron a nuestro lado, nos ofrecieron un paseo por una módica suma, 'no thank you'.

Durante el regreso a la calle nos encontramos con los 'videntes' o 'adivinadores'. Están sentados con velas a su alrededor, listos para leer el futuro a quien se los solicite.  Aunque era tentador preguntar, preferí concentrarme en el presente, como lo he venido haciendo en este viaje.  Finalmente llegamos a la calle, en donde tocó negociar con los chóferes de tuc tuc el mejor precio para regresar al hotel.

Al día siguiente visitamos el Fort Museum y el Fort George. Personalmente disfruté más la caminata que el lugar en sí. Luego subimos a un Faro que reabrieron hace poco. Desde arriba, compartimos con otros visitantes, en su mayoría indios, la vista de Chennai. Desde allí descubrimos los contrastes de esta ciudad tan grande.

Fuimos a almorzar a Saravana Bhavan, recomendación de Sebastián por su experiencia en días anteriores en Nueva Dehli. Delicioso! Comí mi nuevo postre favorito: una falooda.



Los bananos rojos.

Chinamos en Marina Beach. Se prepara el pescado al instante.

Fried bananas.

Arte urbano en la ciudad de Chennai.

Caminando por Chennai.

Entrada al metro.

Caminando por Chennai.

Caminata por Chennai.

Los niños siempre quieren fotos.

El elefante que se funde con la vaca.

Vista de Chennai desde el Faro.

Vista de Chennai desde el Faro.

Vista de Marina Beach desde el Faro.

Vista de la playa desde el Faro.

Con Sebastián en el Faro.

Nuestra compañía en el Faro.

Mi reflejo. 
Gandhi. 
Falooda.

jueves, 12 de diciembre de 2013

De amaneceres, meditaciones y llegada a Chennai


Tres días estuve en el ashram de Sivananda en Trivandrum.  La mañana del cuarto día salí en taxi hacia el aeropuerto para tomar un avión a mi siguiente destino: Chennai, en el estado de Tamil Nadu, al sureste de India. Lo que nunca me imaginé fue que el congestionamiento vial fuera tal aquí que hasta las montañas llegara. No pasaron más de 15 minutos de paz después de salir del ashram, cuando nos detuvimos en una calle angosta en medio de la montaña, llena de los bocinazos y motores de los cientos de vehículos de todos los tipos.

'Problem ma'am' me dice el chofer. Inmediato vacío en la panza, leve microsegundo de pánico. Aquí nadie habla mucho inglés. No me supo explicar el 'problem', pero entendí que no podíamos pasar. Yo mantuve la calma, por dicha había previsto el típico problema 'indian style' de siempre e íbamos con una hora de más de tiempo, dato que nunca le revelé al taxista por supuesto. El taxi dio vuelta, se metió por una calle aun más angosta, empezó a preguntar direcciones, lo cual es preocupante desde mi punto de vista en un taxista, y dos horas después llegué a tiempo para tomar mi avión.

Estaba muy calmada durante el 'problem ma'am', me sorprendí positivamente. Mis días en el ashram tienen todo que ver con esto. Así como lo hice durante el mes de mi entrenamiento de yoga en Mysore, estos tres días rigieron alrededor de un horario estricto. Despertador a las 5 a.m., meditación de 6:00 a.m. a 7:30 a.m., clase de yoga de 8:00 a.m. a 10:00 a.m., desayuno de 10 a.m. a 11 a.m.. De 11 a.m. a 12 md karma yoga (ayuda en el ashram: quehaceres de orden, limpieza, cocina, etc.), de 12 md. a 12:30 p.m. preguntas y respuestas con los profesores sobre meditación, de 12:30 p.m. a 1 p.m. lo mismo pero con la clase de yoga. De 2 p.m. a 3:15 p.m. clase teórica sobre filosofía del yoga, de 4 p.m. A 6 p.m. de nuevo clase de yoga, de 6 p.m. a 7 p.m. cena y de 8 p.m. a 10 p.m. meditación y cantos. Por supuesto después de un día así no hay nada más que hacer que ir a dormir a las 10 p.m.

La experiencia en un ashram o del yoga es muy personal y cada quien la vivirá de manera distinta. Para mí el primer día fue difícil, especialmente porque creo que estaba juzgando mucho todo, pero una vez que pasé esa fase, lo disfruté, conocí gente muy bonita, pero sobretodo estuve de nuevo sola conmigo misma, en silencio, ese silencio que tanto valoro desde hace meses y al que recurro cada vez más a menudo.

Las tardes en el ashram se cubrieron de aguaceros, de esos torrenciales que bañan el Valle Central en Costa Rica todas las tardes. De nuevo la nostalgia, esa que no me deja olvidar el país del que salí hace un año y pocos meses. Recordé cuando mi profesor de yoga en Mysore nos dijo que en India cuando uno inicia un proyecto nuevo y llueve es de buena suerte.

El último día, antes de tomar el taxi a las 8 a.m., hicimos caminata de meditación a las 5:30 a.m. El día anterior mirando hacia las montañas vi en la cúspide una casita. Me pregunté cuánto se tardaría en llegar ahí y cómo se llegaría. Como si alguien me hubiera escuchado, la respuesta a mi pregunta llegó durante la caminata del último día. Fuimos a ese lugar a meditar, en la cúspide la montaña, un templo dispuesto para que el amanecer sea la mejor manera de canalizar una meditación.

En el taxi camino al aeropuerto no podía dejar de pensar en lo que vieron mis ojos. No llevé mi cámara, pero el móvil hizo algunos milagros. Eramos unas 100 personas meditando juntas, cantando y sobretodo disfrutando de ese amanecer encima de una montaña en Neyyar Dam, que para mí es incomparable con ningún otro.

Finalmente cuando llegué al aeropuerto me tomé un café con muchísimo placer, llevaba tres días sin probarlo. Abordé y una hora má estaba al otro lado del sur de India, en Tamil Nadu. En pocos minutos llegaría al aeropuerto también Sebastián, él desde Nueva Dehli, con quien iba a viajar los siguientes días por ese estado de India.
Mi cuevita durante los días de ashram.

Los zapatos afuera.

Estudiando en una de las pocas horas libres.

Entrada al templo en donde meditábamos todas las mañanas y noches.

Meditar, arriba, en el templo. 
Ganesh presente.

Uno de los mejores amaneceres que he presenciado. 
Impresionante.

Con absoluta certeza y meditando. 




martes, 3 de diciembre de 2013

De Kochi a Trivandrum

En India para viajar en tren lo mejor es planificar los viajes con antelación, mínimo dos o tres días y aun así es complicado conseguir tiquetes . Lo recomendable es hacerlo con semanas de anticipación si no se quiere sufrir con las listas de espera o con los 'subidones' repentinos de precio de los 'emergency tickets'.

El deseo de irme al ashram de Sivananda ocurrió de repente, no estaba en el plan, por lo que tiquete de tren imposible.  Así que en estos casos la mejor opción es ir al 'bus stand' y buscar el primer bus que llegue más o menos cerca al destino.  Además sabía que tendría que conectar con otros buses una o dos veces antes de llegar al lugar deseado, así es India.  
Empaqué todo y salí a las 7 a.m. de Fort Kochín. Llegué a la estación de bus, pregunté e inmediatamente me señalaron un autobús. Tuve que capearme un charco de barro haciendo equilibrio con mi mochila para subirme. Después de colocar mi mochila en el suelo, en un asiento de esos de tres personas pero sin división bajé en busca del chofer pues necesitaba ir al baño antes. Había un señor que para mí tenía pinta de chofer, le pregunté que cuando salía el bus, me dijo 'ten minutes', yo le dije si me daba tiempo de ir al baño y me contestó que claro.

Se suponía que iban a ser cinco horas de viaje. Era un bus sin vidrios, el aire circulaba libremente lo que mejoraba la calidad del viaje. Dormitaba a ratos, cada hora cambiaban los traseros que rozaban el mío, pero siempre señoras muy respetuosas, pues iba del lado dispuesto para mujeres. A las 4 horas paramos. El señor que para mí era el chofer se asomó por mi ventana y me dijo: '20 minutes ma'am, coffee'. Salí corriendo, tenía mucha hambre. No sé donde estaba, creo que era la única guiri o turista en aquella estación y aunque mi color de piel siempre los hace dudar si soy o no india, en este caso mi ropa y la mochila me delataban.

El trayecto se interrumpió a unas dos horas de llegar, el bus tuvo una avería. De nuevo el señor que yo pensaba era el chofer me avisó: 'ma'am, changing bus'. Y ahí descubrí que este señor era un pasajero más y simplemente había estado todo el viaje pendiente de mi bienestar.

Cuando nos cambiamos de bus nos sentamos juntos en la parte de atrás. Con un inglés bastante limitado logramos contarnos esas intimidades de compañeros de bus. Era astrólogo y su familia era la dueña de uno de los templos hindúes de Trivandrum. Me enseñó sus condecoraciones e identificaciones. Llevábamos una hora conversando y sabía que en cualquier momento se avecinaba la pregunta de siempre...: husband? Yo trataba de distraer el tema, estaba muy ansiosa, este era astrólogo, no le podía mentir, se iba a dar cuenta. Empecé a repasar en mi cabeza soluciones, así que pensé que tenía que imaginarme un 'husband' real, entonces ubiqué a un buen amigo en mi cabeza y respondí a todas sus preguntas con esa imagen. No sé si lo creyó o sabía la verdad. Este viaje me ha hecho construirme una cantidad infinita de maridos, no llevé la cuenta ni los enlisté, pero me he divertido inventando historias de mi marido doctor, abogado, actor, profesor de yoga, político, psicólogo, músico, veterinario, economista, periodista, cineasta. Ahora puedo agregar a mi lista un marido astrólogo, esa profesión no se me había ocurrido.

Al llegar a Trivandrum, mi amigo astrólogo me acompañó hasta la estación de bus para hacer conexión al pueblo del ashram. No se podía esperar pero rápidamente un señor y su familia me acogieron y se comprometieron en acompañarme en el bus y guiarme. Por dicha, porque ya estaba en esas zonas en donde los rótulos no tienen ni media letra en tipografía occidental, leer me resultaba imposible.

A pesar de que eran las 3 de la tarde y no había comido nada más que las galletas y el café en todo el día y estaba en medio de la nada, estaba tranquila. En este viaje he aprendido a confiar que todo va a salir, no sé si bien o mal, pero sale, y si me preocupo gasto energía que luego necesito para solucionar. Así que de nuevo fui víctima de los 'relevos de la solidaridad India', del astrólogo a la familia india y de ahí al ashram.

Después del último bus tomé un rickshaw, empezamos a subir la montaña, los pueblos empezaron a desaparecer y las montañas a tomar su lugar. Cuando el aguacero torrencial secuestró el paisaje y el carrito empezó a menearse y el agua a colarse por todo lado, caí en cuenta de la locurita que estaba cometiendo que por dicha salió bien. No sé como lo hice, nada estaba planeado, fui conectado buses y la gente se fue turnando para cuidarme y al final llegué. El ashram de Sivananda: tres días de silencio, yoga, meditación, naturaleza y nuevos encuentros.

El bus que me llevó desde Kochi hasta donde se descompuso.

Aquí esperando el nuevo bus.  a la derecha con camisa café mi amigo el astrólogo.



jueves, 28 de noviembre de 2013

Fort Kochín

Kochi está en el estado de Kerala, en el suroeste de India y sus costas son bañadas por el Mar Arábigo. Según un artículo de la revista de viajes Altaïr, fue el primer lugar en el mundo en donde se eligió un gobierno socialista, por lo que tiene índices sociales y de educación altos. Además los índices de pobreza son los más bajos de este país.

Esta ciudad se divide en varias secciones. Yo decidí quedarme en Fort Kochín, que es la parte colonial. Su puerto recuerda los encuentros de portugueses, árabes, chinos y sirios y la comida la mezcla cultural de esta zona de la India, cargada de pimienta negra, byriani, los currys para carne y el culantro. Fort Kochín fue el primer lugar en India en donde hubo al mismo tiempo una mezquita, un templo católico, una sinagoga y por supuesto los templos hindúes.

Este puerto fue fundamental para el comercio de las especias, en los tiempos en que la pimienta era intercambiada por oro. Vasco de Gamma, quien descubriera la ruta entre Europa e India parece habitar dos de cada tres esquinas, pues su nombre es una constante entre hoteles, restaurantes y calles. Esta región también fue parte de la colonia portuguesa, por lo que los nombres y colores portugueses suelen aparecer de cuando en cuando. Pero lo que sobresale aquí es el agua. Está por todas partes.

Cuando me encontré con Patricia, Alberto y Adriana estaban de regreso después de unos día de paseo por Munnar. Ellos afirman que Fort Kochín tiene una tranquilidad que les encantó. A las pocas horas de estar allí lo entendí: cafés por todas partes, callecitas en silencio para perderse, verde por todo lado y agua por el otro.

Bueno, lo de la tranquilidad es relativo, cada tanto los choferes de rickshaw sacan de quicio a cualquiera (pero creo que esto es en todo India): '50 rupees one hour my ferrari', 'no?', 'maybe, later', 'no?', maybe tomorrow?'. No hay manera de que entiendan la palabra o el gesto 'no'. Quizás tiene que ver que nuestro giro de cabeza de no en occidente, aquí es sí , pero no creo, eso sería demasiado romántico, en realidad son muy necios. Yo traté de ser amable siempre, pero estos señores lo hacen a uno perder la cordura. Uno de estos conductores nos persiguió durante 15 minutos, aceleraba su carrito, se parqueaba, se bajaba e insistía. Nosotros lo ignorábamos y seguíamos. Él regresaba a su tuc tuc, aceleraba, nos adelantaba, se parqueaba y se nuevo se bajaba para insistir con nosotros. Eso, hasta que se rindió o alguien de nuestro grupo se enojó de verdad, no lo recuerdo o no lo quiero recordar.

En el hotel además conocimos a Natasha y su hijo Oscar, son de la Suiza italiana y llevan algunas semanas viajando por India. Esos días el grupo de viajeros creció y los desayunos, almuerzos y cenas se enriquecieron con historias, experiencias, anécdotas e intercambio de información para los viajes de cada uno.

La primera mañana en Fort Kochín descubrí a Alberto y a Patricia con sus cámaras grandes y computadoras. Como yo, viajan con su equipo tecnológico pues escriben y publican fotos en sus blogs. Por primera vez en muchas semanas me sentí acompañada: me encontré con unos colegas! Jejejeje. La felicidad absoluta apareció en el instante en que la propuesta de su parte fue salir a tomar fotos mientras me enseñaban Fort Kochín. !Tres cámaras en acción y una de ellas era la mía!

En Fort Kochín, la parte colonial, las cosas para ver son: Las redes de pesca chinas, el centro histórico, el Jew Town, el Kathakali (danza tradicional india) y hacer un tour por los 'backwaters'. El resto del tiempo es para caminar por el malecón, o tomarse un café, o perderse en las callecitas. A excepción de los conductores de rickshaw, aquí se respira un aire de mayor tranquilidad, como si el agua calmara los ánimos de quienes habitan este lugar, que aunque muchos dicen no parece India, la verdad es que lo sigue siendo.

Las 'chinese fishing nets':
Me levanté temprano un día y me fui a tomar fotos e investigar de qué iban estos famosos aparatos. En total hay 11 redes enormes, unos 10 metros de alto. Es como una versión de esas redes para cazar mariposas pero en gigante y puestas en el oceáno para pescar. Cada una necesita entre 6 y 8 operarios. Se sube y se baja la red cada 10 minutos. Durante estos días de noviembre casi no se pesca nada, la temporada buena será hasta enero. Johnson, uno de los pescadores, me hace señas para que vaya a su 'fishing net', me presenta a todo el equipo, me deja formar parte de los pescadores y me da una 'fried banana' y un chai de desayuno. Por supuesto que después de tanta amabilidad me pidió un 'donation'.

El centro:
Está lleno de casitas, cafés y algunas calles de adoquines e iglesias, además de viajeros por supuesto. Lo mejor es ir despacio, parando, descubriendo detalles como el café Teapot que está lleno de teteras antiguas, o 'Play Clan' una tienda de diseño con temática India, cuyos productos pueden ser regalos muy originales. Mi lugar favorito para tomar café: Kashi Art café, que además del maravilloso café (tema difícil en India) suelen tener exposiciones plásticas.

En general en Fort Kochín todo es un poco más caro que en el resto de India, pero no es enorme la diferencia y vale la pena, el ruido se reduce, la calma regresa y uno puede retomar energías para seguir descubriendo este país.

Jew Town:
Desde el Centro es una caminata de una media hora. Antes de llegar se pasa por tiendas de incienso y especias. Ya en el barrio, aparecen las tiendas de antigüedades y cosas curiosas. Además se puede visitar la Sinagoga. La tienda Heritage Arts tiene un barco de unos 50 metros de largo adentro y un café con vista al mar.

Kathakali Center:
Se puede ver un espectáculo de esta tradición de danza teatro clásico india, en la cual se narran leyendas hindúes provenientes del Mahabharata. Está adaptado para ser un espectáculo de pequeño formato y en total se tarda unas dos horas (originalmente podían durar del atardecer al amanecer). Una hora antes del inicio se puede presenciar el proceso de maquillaje de los actores.
Esta forma de teatro tiene códigos cuyos significados son muy específicos, no se habla pero hay maneras de decir y expresar cosas a través de mudras (gestos de la mano), gestos faciales y de los ojos. Al principio del espectáculo los actores explican algunos de estos códigos para poder dar herramientas a los espectadores.

Backwaters:
Hay dos maneras de ir a estos canales de agua: el bote grande y el pequeño. Yo hice el pequeño. Forma parte de los encantos de Kochi. Ser testigo de cómo la vida gira alrededor del agua, las señoras lavando la ropa, o el pescado, o las ollas de la cocina, así es, esa agua sirve para todo. Uno va en el bote y la calma se contagia, de vez en cuando alguna parada para ver algunos productos como las cuerdas de coco, especias o las flores de loto.

Fort Kochín es lindo y entiendo porqué Adriana, Alberto y Patricia regresaron. Disfruté mucho mis días aquí, no paré de comer en el resturante Dal Roti, su especialidad era comida del norte de India y me enganché a los Kati Rolls.

Caminar, perderse, no tener preocupaciones por lo que sigue contrasta con la constante lucha con los conductores de rickshaw. No se puede caminar mucho rato sin tener que explicarle a uno de estos señores por qué no se necesita el rickshaw y 'I prefer to walk sir'.

Mi siguiente estación planeada eran las playas en Allepey y Varkala, más al sur de Kerala y finalizar la visita de este estado en Trivandrum. Pero, una vez más, cambié planes, me fui directo a Trivandrum al ashram de Sivananda: se me antojó un poco de yoga y silencio.

Fort Kochín.
Arte urbano en Fort Kochín.

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Carteles de cine.

Maquillaje de Kathakali.

Maquillaje de Kathakali.

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Maquillaje del Kathakali.
Representación de Kathakali.

Backwaters en Kochi.

Señoras haciendo cuerda a partir de la fibra del coco.


Backwaters en Kochi.

Otros turistas por los backwaters.

Adri y las flores de loto.

Flores de loto.

Flor de loto.
Los niños suelen ir maquillados así por estos rumbos.

Movimiento típico de los hombres cuando se suben el Lunghi.

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La basura y los backwaters.  Lo que más me cuesta entender de este país, la basura por todas partes.

Mi restaurante favorito en Fort Kochín.

Las redes chinas de pesca.

En la venta de pescado.

Al atardecer se hacen los negocios del pescado.
Chinese Fishing nets al atardecer.

Idem.



Camino al Jew Town.

Tienda de antigüedades en el Jew Town.

Idem.

Idem.

Esta barca mide cerca de 50 metros y está dentro de la tienda.



Vista desde un café en el Jew Town.

A través de los elefantes en el Jew Town.

Kerala tiene hace muchos años un gobierno socialista.  Quizás sea la explicación de esto.

Chinese fishing nets.

Si hicieran caso a esto este país sería distinto.



Kati roll, mi comida favorita en el Dal Roti.

Johnson, pescador de chinese fishing nets.

"Ayudando" a los pescadores.

Johnson muestra un pescado que se come las redes.

Caminando con mis nuevos amigos.

Cameo de mí misma.

Máscaras.