“Si uno sabe para dónde va, no se está perdido.” Esta frase siempre la dice mi papá. De
hecho, recuerdo algunas vacaciones familiares en los Estados Unidos, cuando el
GPS ni siquiera estaba en el laboratorio de invenciones y el mapa era el mejor
aliado, cómo en medio de aquellas carreteras inmensas, llenas de
intersecciones, salidas, entradas, rótulos, que en lugar de: “A la derecha Río
Segundo” o “Volcán a 10 km” tenían signos extraños como: “Exit A2, Turn Right”,
o “Turnpike Highway North”… “Ajá y ¿con eso qué?, ¡queremos llegar a Disney!”,
pensaba yo mientras presenciaba momentos angustiantes entre mis padres tratando
de descifrar por cual de todas las salidas irnos, saltándonos incluso semáforos
accidentalmente en medio de ese momento caótico que se desencadenaba al estar
en medio de aquel mar de carreteras.
En aquellos instantes de crisis, mi papá estaba al volante,
mi madre con un mapa más grande que el parabrisas del carro extendido
totalmente, impidiendo incluso un poco la visibilidad, cuatro niños o más
gritando atrás, alguno lloraba
asustado diciendo: “Papi estamos perdidos?..” Y mi papá muy sabiamente
en esos momentos decía: “No, mientras sepamos para dónde vamos, no estamos
perdidos.” Yo solía calmarme
levemente ante tal afirmación.
Inmediatamente mi madre y mi padre regresaban al mapa para ver cuál de
todas esas “Exits” nos llevarían a Disney. En realidad ahora que lo recuerdo creo que sí estábamos
perdidos…
Alguna calle en Barcelona. Ilustración con fines ilustrativos, casi nunca llevo cámara cuando me pierdo. |
Llegar a una nueva ciudad siempre implica perderse. A mí en lo particular cuando soy
turista “pura” hasta me gusta que suceda, me parece que es la mejor manera de
conocer un destino. Sin embargo,
desde que llegué a Barcelona he tenido que lidiar con una parte de mi cerebro
que desea ser una turista más y caminar hasta
perderme, y la otra parte del
cerebro es la de la estudiante que necesita llevar a cabo una serie de
trámites, entre ellos empezar a ir a clases a la Universidad casi al segundo de
haberme bajado del avión.
Obvio que el primer día que llegué me fui por un mapa, ya me
conozco y aunque me gusta eso de perderme, encontrarme (desperderme?) lo disfruto igual, por
eso el mapa, me pierdo y antes de llegar a ese leve momento de angustia que a
veces pasa cuando no se sabe dónde se está, abro el mapa y ya está. Esta ciudad es fácil en ese sentido,
todas las calles y avenidas están marcadas, hay estaciones de metro por todo
lado, en fin, es aparentemente una ciudad amigable para los visitantes.
Entonces, ante tal panorama, yo no sé por qué, pero en el mes que llevo aquí me
he perdido por lo menos 10 veces (bueno esas son las que me acuerdo).
La primera vez me sucedió el tercer día de estar aquí. Tenía que ir a la sede principal de la
Universidad que queda fuera de Barcelona.
Entonces me anoté en mi libretita de viajera todas las indicaciones:
metro, camino, estación de tren, llego.
¡Muy fácil! Lo primero que me pasó cuando iba en el tren a la
Universidad es que me bajé en una estación que según yo era la de la
Universidad. Salí esperando ver
una sede universitaria y no, estaba en un típico pueblito catalán. De ese día, lo que no he terminado de
entender es por qué no le pregunté a mis compañeros de tren, los cuales tenían
toda la pinta de ser estudiantes, si esa era la estación. Yo los vi moverse e interpreté un amago
de: se van a bajar. Me bajé, y los
vi pasar, ellos aun en el tren, y yo ahí parada en la estación de ese
pueblito. El final de esta sección
de la historia se resume en que volví a comprar un tiquete de tren para cinco
minutos de trayecto y llegué tarde a mi primera clase.
Una manifestación en Barcelona. 2012. Lo normal en estos días por aquí. |
Pero eso no fue lo angustiante de ese día, eso lo resolví y
ahora siempre siempre siempre (o por lo menos lo intento) pregunto, si hace
falta le hablo a las piedras, la timidez la he tenido que dejar relegada, yo no
vuelvo a pagar dos veces tiquete de tren y menos llegar tarde: ¡he dicho!
La verdadera perdida
fue en el regreso. Venía en la
línea roja de metro y me bajé en una estación en donde las calles y las salidas
de metro están alrededor de una rotonda.
Entonces salí, me fijé en las calles: todas iguales. No podía distinguir por la que había entrado esa mañana. Pero muy decidida empecé a caminar
hacia un lado. Al rato de estar
caminando, en lugar de ver el barrio en el que me estaba hospedando, empiezo a
ver un lugar más gris de la cuenta y a percibir una sensación espesa en el
aire. Esa sensación que te dice
que no deberías estar ahí.
Entonces me di cuenta que caminé por lo menos un kilómetro al lado
contrario. Finalmente me decidí a
preguntar, me dan indicaciones, camino 20 minutos más hasta que de nuevo todo
se vuelve a teñir de color: ya está, estoy en zona conocida.
Creo que tengo un problema de percepción de la geografía que
es bastante complejo de explicar.
Se me complica con figuras como los círculos, o sea rotondas, porque si
se parte por la mitad, ambas secciones son iguales, ¿entonces? ¿Para dónde me
voy? Lo otro que me pasa es que
hay una diagonal que cruza toda esta ciudad. ¿A quién se le ocurre? Entonces claro, muy cuadriculado todo, muy señalizado, pero pásele una diagonal en medio: me pierdo.
La más grave de
todas me sucedió hace una semana (digo grave porque aun no entiendo qué pasó).
Acompañé a mi amiga desde la casa al centro a una cita médica, eran unas
8 cuadras, como era nada más hacerle compañía durante el trayecto de ida,
únicamente llevé las llaves de la casa y el teléfono pues regresaría pronto a
casa. Dejé a mi amiga en el consultorio y me dio indicaciones: “Cata subís esta
cuadra, luego a la derecha y todo recto, tené cuidado con la rotonda de Tetuán,
asegurate que después de pasar por ahí seguís yendo recto hacia la casa…”. Rotonda (hmmm…). Ya se podrán imaginar lo que pasó
después. Caminé, caminé, caminé y
caminé. Cuando llevaba media hora
y admiraba el Arco del Triunfo pensé, algo debe andar mal. Primero, no me acordaba de haber pasado
por el Arco del Triunfo, pero bueno, estaba bonito, con todos los chicos
haciendo piruetas en sus bicis o las patinetas. Lo crucé, que serían unos 500 mts. Llegué al Parque de la Ciudadela. Iba a entrar y cruzarlo, porque claro, tenía que ir todo
recto, hasta que pensé mejor las cosas, evalué la situación, miré a mi alrededor
y concluí: estoy perdida. ¿Cuando dejé de seguir recto? Sigue siendo un misterio.
Creo que me pasa que como no tengo que estar en los
lugares a horas específicas no me presiono y ahí es donde mi déficit atencional
me juega sucio. Yo voy recto,
contando calles, revisando meticulosamente sus nombres, pero en eso pasa una
señora curiosa con sombrero azul, o de repente hay una conversación particular
y le presto atención. Son esos dos
segundos que han marcado mi destino, dos segundos de distracción y zas! Me paso
una o dos calles o tres o hasta cuatro, o en lugar de seguir recto doblo a la
derecha (esa es la teoría de lo que creo me pasó esta vez). Lo malo de esto es que no
me doy cuenta de cuánto altero mi rumbo tras dos segundos de obnubilación.
Pero bueno, volviendo a la perdida que contaba antes. Cuando interioricé lo perdida que estaba, frente al Parque
decidí caminar hacia izquierda-arriba y llegué a la famosa Diagonal. Algo conocido, pero nada alrededor de
esa diagonal me resultaba familiar.
Me senté en una banca a pensar: “No tengo mapa. No puedo llamar a mi amiga porque está en el médico. No tengo plata o tiquete para irme al
metro…Nadie alrededor con ganas de ayudar (bueno creo que me dio un pequeño
ataque de timidez…).” Entonces
tuve una gran idea: google maps. Agradecí el momento en que decidí pagar
ocho euros de más con mi línea de celular para tener Internet, empecé a navegar
y cuando me di cuenta mi celular tiene GPS!!!! Bueno, le dije: GPS decime dónde
estoy y ¡me dijo!, luego le dije: llevame a casa y ¡me marcó el camino! Caminé rápidamente tres cuadras hasta que me di cuenta que era para el otro lado porque
la flechita del GPS me lo dijo. Di
media vuelta recorrí de nuevo las mismas tres cuadras y a la casa! Fue otra media hora caminando. Cuando llegué a casa estaba muerta del
cansancio. Había caminado tanto
qué me dolían los pies. A los
quince minutos llegó mi amiga y me ve agotada en el sillón, entonces me
pregunta pero ¿qué has hecho todo este rato?. Y yo: “... (suspiro) caminar”.
A veces también me sorprendo viendo "pal techo" mucho rato, y pasan estas fotos. |
Con el pasar de los días el tema ha ido mejorando. Cada vez más me familiarizo con esta
ciudad, de hecho ya deseché el mapa de papel, el GPS está en mi celular así que
me acompaña casi siempre, aunque lo uso menos. Cuando me acerco a mi barrio se empieza a poner de
colores brillantes, reconozco las calles y algunas esquinas. Aun me falta para que pasen muchos días
sin perderme, pero en realidad me gusta perderme, porque tratándose de conocer
esta ciudad, prefiero no saber para dónde voy.
Mi Catita preciosa! Me encantan tus relatos! Muchos besos!
ResponderEliminarBesos pa vos mi corazona!!!
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